"Extranjera": La novela de Gonzalo Heredia que conecta inmigración siria, secretos y dos temporalidades

Historia de mujeres oprimidas, secretos familiares, una mujer que escribe para estar menos sola y rememora su vida; un linaje cuyo capítulo argentino se inicia con la llegada de un grupo de inmigrantes sirios que logra salvarse de una sudestada en el Río de la Plata. Todo esto y más es Extranjera (Lumen, 2025), la última novela de Gonzalo Heredia, un relato que se despliega en dos temporalidades, una del pasado y otra en el presente, con una mujer mayor internada en estado grave y las circunstancias que esta situación provoca en la familia. Heredia, además, está por estrenar en teatro la adaptación que escribió sobre la película norteamericana Coherencia, de 2013. De estos trabajos habló con Clarín.
–¿Cómo se inició el proceso de escritura de Extranjera?
–Extranjera comenzó a gestarse en plena pandemia, a mediados de 2020. Mi abuela, la mamá de mi papá, estaba internada después de haber tenido un acv. Primero estuvo en un hospital y después en un asilo. Empecé a escribir cerca del momento en el que mi papá comenzó a pensar en que quizás su madre partía de este mundo; ese lugar de hijo que empieza a transitar la orfandad me parecía muy interesante. La verdad es que con mi abuela no tuve una relación muy cercana, por nada en especial sino porque se dio así y no se construyó de otra forma por ninguna de las dos partes. Me empezó a interesar la posibilidad de transitar junto a él ese momento de comienzo de orfandad.
“Cuando fallece su mamá es un hijo que queda solo, sin madre, pero que a la vez transita esa etapa de padre”, cuenta Heredia acerca de su padre y del personaje de la historia que, en la novela, transcurre en el presente.
“Era un lugar que a mí me parecía muy atractivo, porque yo en este momento sigo siendo hijo y empecé a ser padre. Me pareció una posición muy interesante. Un hijo que aprendió a ser hijo, creo que de alguna forma se aprende a ser hijo, pero con esas no respuestas que tiene o que tuvo empieza a ser padre con incertidumbres, con miedos, con interrogantes que todavía no fueron respondidos, ese lugar medio incompleto, que se repetía de generación en generación, y empecé a pensar en su mamá y la historia de su inmigración”.
“Yo sabía que mi abuela y su familia habían emigrado, que eran sirios, llegados a Argentina de casualidad, había habido una sudestada en el barco donde llegaron, me quedaron dos o tres imágenes puntuales grabadas en la memoria y empecé a pasarlas a papel. Entonces empezó a ganar la ficción, la expansión de esas ideas, un personaje que empieza a crecer, su voz gana terreno, y después de dos años era un texto que quedó cajoneado porque no encontraba el narrador, el tono, la voz narrativa”, recuerda Heredia y cuenta que, mientras aquel primer boceto del libro permanecía en el cajón, él empezó a escribir una obra que se estrenó hace dos años en el teatro, Cómo provocar un incendio, con dirección de Eva Halac y producción general de Javier Faroni.
“Toda la escritura de la obra, la puesta y el estreno, sucedieron en medio de esta novela”, dice el escritor y actor. “Cuando la obra ya se había estrenado y me propuse volver a escribir, retomé estos textos que tenía, estas escenas, donde al principio había un narrador masculino y se contaban historias de dos hermanos…siempre que escribo leo el texto intentando encontrar la atmósfera. Entonces descubrí que había empezado a leer diarios y novela de confesión de escritoras, una de ellas, una de May Sarton, que se llama Anhelo de raíces, y en su voz, en su confesión, honesta, cruda y también frágil me pareció que había encontrado la voz de Emma, el personaje de mi novela. Fue como poner la oreja en esa voz. Y ahí empezó a tener voz el personaje”, cuenta.
Heredia decidió luego contar en una segunda temporalidad que transcurriera en el presente lo que sucedía con un segundo personaje, Eleonora, la última descendiente de ese linaje familiar. “Una mujer que también está reconstruyendo su vida, y carga con una especie de herencia familiar en la que ella es completamente ajena a su familia, no tiene relación con su abuela, no tiene demasiado vínculo con su hermano ni lo tuvo con su madre fallecida; había algo de reconstrucción de estos dos personajes femeninos que me interesaba transitar en estas dos temporalidades y saltar de un tiempo a otro casi como si estas dos voces fueran una sola, una misma voz”.
Gonzalo Heredia presentó su novela en el espacio cultural Clarín /Ñ de la 49° Feria internacional del libro en Buenos Aires. Foto: Cristina Sille.
–¿Te pasa habitualmente como en este caso, que una lectura te ayuda a encontrar la forma de contar una historia?
–También estuve leyendo a Marguerite Duras y a Clarice Lispector, leí Diario de mi vida, de la escritora rusa Maria Bashkirtseff, el diario de una chica que cuenta su poco deseo, el no encontrar sentido a su vida y el hecho de estar frustrada constantemente. Parecía estar siempre en ese lugar medio cíclico, del que no podía salir. Había algo de eso que me resonaba y que yo quería contar. También leí a Hebe Uhart y en su momento a Héctor Tizón; hay una construcción de atmósfera, de voces, que empiezan a construir el personaje.
–¿Hay algún interrogante que te propusiste intentar responder con la escritura de la novela?
–Creo que siempre hay una pregunta que uno intenta responder a través de las novelas, los textos, las historias. En este caso pienso que es si uno puede ser capaz de correrse del legado; si una persona consciente de que existe una repetición de generación en generación puede llegar a apartarse de ese lugar o si es algo inevitable, que no se puede impedir, que forma casi parte de su ADN. La pregunta era un poco eso; si uno es consciente de esta situación heredada cómo puede hacer para correrse de ese lugar, para cortar esa especie de cinta de Moebius.
–¿Te propusiste volver a abordar en este libro la escritura, que es uno de los temas centrales en tu novela anterior, El punto de no retorno, o fue algo que apareció?
–Acá aparece desde otro lugar, aunque sí, hay algo también del tema. Es una familia que llega a una tierra totalmente desconocida, con una lengua diferente. Había algo de la palabra, la construcción de un nuevo idioma en esa familia que me parecía muy interesante y se me ocurrió que una de esas personas, la madre de Emma, en este caso, tuviera una fuerte relación con la escritura, una gran necesidad de escribir. Hay algo en este tema que a mí me interpela, me convoca y en lo que creo. Creo que la palabra es lo único que nos va a sobrevivir; me refiero a las ideas, la concepción que tenemos del mundo en este puñado de tiempo que tenemos para estar acá, al que llamamos vida. María Bashkirtseff, a quien nombré antes, escribió un diario cuando tenía 17 o 18 años. Hay algo de la palabra que la sobrevivió, atravesó siglos, décadas, años, y, por ejemplo, me llega a mí en este momento. Hay algo de eso que también logra iluminar zonas propias. Entonces, indudablemente, creo que en gran medida en las futuras novelas siempre va a haber alguien que escriba, alguien que busque algo en un libro, o que a partir de un libro haya modificado algún aspecto de su vida. Porque creo en eso y creo que eso sucede. Es así.
Gonzalo Heredia. Foto: Maxi Failla.
–¿Se podría decir que desde tu primera novela (Construcción de la mentira), que abordaba el mundo de la televisión, hasta ahora, la posibilidad de reflexionar acerca de la escritura fue ganando espacio?
–Creo que el tema siempre estuvo y que, en todo caso, en los últimos años tomó un lugar más importante en mi vida. Yo me considero autodidacta y creo haber descubierto de una forma introspectiva que para mí la mayoría de las cosas están escritas, están en los libros; hablo de los sentimientos, de las vivencias, de las ideas. De aspectos desconocidos de la vida que existen en los libros. Entonces para mí todo está ahí. Empezar a darme cuenta de eso fue como muy progresivo, fue descubrir qué es lo que me apasiona hacer. Encontrarle un sentido a mi vida, a mis días, a mi cotidiano. Un por qué y un para qué. Entonces hoy puedo decir que sí, apunto a contar historias, o al menos a intentar hacerlo. Pero no porque me gusta más esto que lo otro; es darle a las cosas el lugar que tienen. Simplemente eso. Me resultaba extraño al principio, en mi familia nadie tuvo ni tiene el hábito de la lectura, no existe ni existió nada físico, ni el objeto libro, ni una biblioteca, entonces para mí fue muy extraño tener este deseo, esta pasión. Cuando leía en el taller mecánico de mi papá él me mandaba a hacer algo, ‘andá a ver la fosa’. Entonces construir y reconstruir adentro mío la actividad de leer, y que eso tenga lugar, no solo en el taller, sino en el mundo, salir, viajar en el colectivo y leer, no sentir la vergüenza del comentario ‘ay, tiene un libro en la mano’, todo eso, al transitarlo, llevó a que ocupe un territorio importante en mi vida.
–¿Hiciste una investigación histórica a partir de los relatos familiares para reconstruir la época?
–El principio fue esta escena puntual que me contó mi papá, de cuando su mamá llegó a tierra argentina. Me contó esto de que venían en barco, cuando supuestamente hubo una sudestada en el Río de la Plata y los tripulantes empezaron a empujar a los inmigrantes porque necesitaban aligerar peso, los empujaban con sus pertenencias al medio del agua. Desde la cubierta volaban joyas y baúles; se abrían y caía todo en el río, era una imagen entre brutal y desesperada de estas personas, nadando hasta la primera orilla que se cruzaban, ese relato me produjo un gran impacto. Después también hice un trabajo de investigación acerca de los inmigrantes y dónde paraban cuando llegaban, quise reconstruir todo ese universo. Con el tiempo descubrí por qué elegí contar una inmigración siria: en la comunidad árabe, en principio en esa época, la mujer estuvo oprimida. Había algo también de esa redención de esta abuela contando la historia de su padre autoritario, y de esta nieta contando su historia de supuesta opresión que sentía por parte de su familia; me parecía que las historias de estos dos personajes eran completamente acordes. No por nada fue así, no es que eran españoles, o italianos. Los árabes tenían dos o tres mujeres y las escondían en sus negocios, porque a los ojos de la sociedad esa situación no estaba bien vista. Había algo de eso que me pareció muy acorde con los personajes la historia.
Gonzalo Heredia. Foto: Maxi Failla.
–¿El título Extranjera estaba definido de entrada o apareció con la escritura?
–El título surgió junto con la editora, Manu Frers, en el marco de un trabajo que, por lo menos para mí, fue hermoso. Fue buscado y pensado por los dos. El título tentativo que tuvo en su momento era una frase de Marguerite Duras, que en una de sus entrevistas dijo ‘La historia de mi vida es una historia que no existe’; esto de historia de una vida que no existe me parecía súper atractivo, cómo habla de personas que se sienten ajenas a su vida. Además, porque todo es ficción, hay una construcción ficticia del libro, esa dualidad me gustaba. Después Manu me dijo era un título muy largo, con justa razón, y entonces se cambió a Extranjera. Había algo de la palabra, cuando Emma dice que se sentía una extranjera en su vida, en su familia, en su casa, y fue como que llevó a pensar ‘claro, es eso’.
–¿Qué lugar pensás que va a ocupar este libro?
–No pienso mucho. A mí lo que me gustaría es construir un universo propio. Simplemente eso. Ahora estoy leyendo a Carlos Bernatek, nació en Avellaneda pero vivió en Santa Fe, hay algo de esa Santa Fe que tiene un universo propio que me parece magnífico, no por nada en esta novela se habla del paso del tiempo en un lugar, un pueblo, al que presento como pueblo y después se transforma en un barrio, algo de ese escenario que posiblemente más adelante vuelva. Esa idea de mantener un mismo lugar me parece genial. A través de la lectura de Bernatek estoy buscando ese tipo de voz para un nuevo texto en el que estoy empezando a trabajar, con una idea de una familia que no es familia; algo de ese universo que está empezando a aparecer.
- Nació en Munro en 1982. Trabaja como actor en cine, teatro y televisión. Hizo talleres y clínicas de narrativa con Virginia Cosin, Hugo Correa Luna, Mariana Komiseroff; cursó la carrera de narrativa en Casa de Letras y la Maestría en Escritura Creativa de la Untref.
- Actualmente, colabora en elDiarioAR y tiene un segmento literario en el canal de streaming Blender.
- Publicó las novelas Construcción de la mentira (Alto Pogo, 2018) y El punto de no retorno (Alto Pogo, 2021), y escribió la obra de teatro Cómo provocar un incendio (Multiteatro, 2023).
Extranjera, de Gonzalo Heredia (Lumen).
Clarin